El pingüino que quiso volar
Cuento realizado en el taller de la casa del lector.
Al salir de su casa se encontró con el oso polar Don Gigante, que no paraba de tirarle bolas de nieve, cada vez mayores, incluso a veces eran témpanos de hielo, para que no le quitara sus peces.
Le costó lo suyo alejarse de Don Gigante, pero por fin le dio esquinazo y tomó una gran decisión. Se iría a un lugar donde no tuviera que pelear por la comida. Caminó y caminó, a saltitos, como andan los pingüinos y poco apoco fue dejando a tras la nieve y el hielo.
¡Hola! Somos los tucanes, dueños de estas tierras y te damos la bien venida.
En su travesía se topó con focas, lobos marinos, gaviotas, en fin, con un montón de especies que unas veces la ayudaban y otras no.
Un día se encontró con un Albatros, un ave blanca enorme con un pico naranja y una motita amarilla en el ojo. Era un ave mágica, que le dijo que podía volar, que su especie eran aves, pero que tendría que entrenar mucho y muy duramente. Durante un tiempo Martín, se quedó con el Albatros aprendiendo a volar. Y llegó el día deseado. ¡Ya sabía volar! El Albatros le dio un fuerte empujón y Martín salió volando, volando, volando y volando llegó a Madagascar. Una tierra con playas de arena blanca y clara, palmeras, flores y olores de todo tipo y muy distinto a su país.
Se revolcó en la arena disfrutando la sensación del sol y la arena, cuando de repente a lo lejos vio llegar a un grupo de pájaros picudos y lleno de colores.
¡Hola! Somos los tucanes, dueños de estas tierras y te damos la bien venida.
Y allí cambió, incluso de aspecto y fue muy feliz.
¡Qué chulo! Te lo anoto como voluntario.
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